miércoles, 20 de febrero de 2013

SOBRE LA ENVIDIA

No puedes tenerlo todo. Piensa una cosa: de la misma forma que hay millones de personas que tienen menos dinero, menos ropa, peores móviles, peor comida, menos dinero para salir de fiesta o gente que saca peores notas que tú, encontrarás muchas otras que serán todo lo contrario: te superarán en tus calificaciones, ligarán más, serán mejores en algunos deportes, tendrán el último iPhone o podrán irse a comer a la calle cuatro de siete días a la semana. ¿Dónde está el problema? ¿Es ese un motivo para sufrir? La verdadera solución al sentimiento de "envidia" es conformarse con lo que uno tiene. No, rectifico. No hay que conformarse si puedes lograr mejorar tu vida (nunca a costa de los demás) en cualquier aspecto. La verdadera solución es vivir tu vida, tratar de superarte cada día, avanzar, ser mejor persona. Entrenar más si quieres ser mejor deportista, estudiar más si quieres sacar mejores notas o privarte de gastar dinero en algunas cosas para así comprarte mejor ropa. 

El alegrarse de los males de los demás porque tú también los tienes (mal de muchos, consuelo de tontos), o incluso sin tú tenerlos, o el desear de forma obsesiva aquello que otra persona posee o ha conseguido sólo te perjudica a tí mismo. ¿Quizás que el otro sufra lo mismo que tú va a solucionar tu problema? Al contrario, tienes un doble problema: superar el tuyo y seguir pasándolo mal si a la otra persona no le ocurre lo mismo.

La envidia es el más claro ejemplo de las personas que están vacías y que viven en eterna competición con el resto. El sufrimiento eterno de los que alguna vez han perdido y la semilla de un incurable sentimiento de inferioridad. Personalmente, me alegra poder decir que la envidia no vive en mí, nunca vivió, ni siquiera cuando era un niño. El gran fuerte de este odioso sentimiento es la imposibilidad de eliminarla para aquellos que la sienten de corazón. La gran debilidad, que no aparece con el tiempo en aquellos que jamás la han sentido. Para bien o para mal, la envidia es una enfermedad congénita sin curación posible. Aún así, siempre hay manera de controlarla, y siempre será mejor tanto para ti como para los que te rodean.

martes, 29 de enero de 2013

SOBRE EL RENCOR Y LA VENGANZA

A todos nos han fallado alguna vez. A todos nos han hecho daño, ya sea en el ámbito amoroso, en el de la amistad o en cualquier otro. Hay gente que nos hace daño sin querer. Hay gente que nos hace daño a conciencia. Hay personas a las que no les caemos bien y que disfrutan haciéndonos sufrir. Hay heridas que son difíciles de cerrar, y en la mayoría de las ocasiones olvidar el daño es difícil. Hay quienes han sufrido daños de verdad, quienes se han llevado golpes que no merecían y quienes han sido lastimados por la simple maldad de otros. Nadie es tan bueno para perdonarlo todo, está claro. Perdonar grandes daños es algo que muy poca gente es capaz de hacer de corazón. No obstante hay gente que sí lo hace, hay individuos capaces de perdonar y olvidar el daño recibido, pero no es de eso de lo que hoy quiero hablar. Tú decides si perdonar o no, tú decides si olvidar o no. Tú decides si tratar como antes a la persona que te fastidió en el pasado. Es tu decisión, al igual que está en ti el poder de devolverle el daño al que te hizo sufrir, incluso mucho después de haber superado ese dolor que te causó. Porque todos podemos vengarnos, todos tenemos la posibilidad de pagar a los demás con la misma moneda. Por eso no digo que haya que olvidar aquello que nos hicieron, pues sería otro tema a tratar. Simplemente con esto me refiero a la inutilidad de vengarse de alguien haciendo algo que, dentro de nosotros, sabemos que es igual o más malvado que eso que hace tiempo nos dolió tanto a nosotros mismos. Y más estúpida aún resulta la venganza cuando las heridas ya han cicatrizado.

En mí no vive el rencor, porque con lo poco que he vivido he podido comprobar que nunca lleva a nada bueno. Intenta siempre perdonar, si las disculpas son de corazón. En el fondo ver sufrir a otra persona a poca gente hace feliz, y recuerda: cuando el dolor se acaba, el rencor no sirve de nada.

miércoles, 23 de enero de 2013

PARA EMPEZAR...

Casi diecinueve años me contemplan ya. Joven, sí, un montón. Sin embargo, estos casi diecinueve años han volado casi sin darme cuenta y, también sin darme cuenta, he pasado por numerosas etapas en mi vida que poco a poco han ido completando estos casi diecinueve años hasta convertirme en el universitario que soy ahora mismo. Aunque casi no tiene mérito ser universitario. ¿Por qué iba a tenerlo, habiendo millones de ellos solo en España? Por eso, ¿con qué argumentos hago yo un blog para dar consejos a nadie? ¿quién me creo yo para decir cómo deben ser las personas si quieren ser mejores? ¿acaso sé yo como debe actuar alguien para que nada le sea achacable? ¿qué se yo de la vida, para hablar de valores o de sentimientos? Quizás solo sepa algo entre un millón de cosas, pero ese algo lo he podido comprobar empíricamente durante el transcurso de los años en una de las fases, según dicen, más complicadas del ser humano: la adolescencia, período de amores, desengaños, amistades, enemistades, locuras, buenas y malas decisiones, justicias e injusticias con los demás. 

Por eso he abierto esto, para compartir con quien quiera ese algo que ya sé y que sin duda seguirá creciendo con los años. Aquí encontrareis mis consejos, consejos para tratar lo mejor posible tanto a los que te rodean como a ti mismo. Una especie de espejo de consejos, un espejo donde mirarse. El espejo perfecto. Consejos que, aunque vivan en mi mente, ni yo mismo soy capaz de seguir, pero que, desde mi punto de vista, no les vendrían mal a nadie. Si algún día logro reunir en mi persona los valores que aquí podréis leer, hacer esto ya habrá tenido sentido.